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Abrigar esperanzas consiste en una plataforma web donde se exiben retratos a sobrevivientes judíos del Holocausto que arribaron a Latinoamérica e Israel. A raíz de cada uno de estos se accede a diferentes portfolios: historia del sobreviviente, su libro, una canción cantada por ellos de cuando eran pequeños, audios relatando sus experiencias, una frase, un mensaje, más fotos, un pequeño recuerdo y una propuesta educativa y didáctica para realizar. Los contenidos profundizan cada historia y permite a cada espectador hacer su propio recorrido, de la misma forma que cada sobreviviente se encontró con otros rumbos luego de sus firmes decisiones de no volver a vivir en la misma tierra que sus familiares fueron asesinados. En nuevas ciudades se encontraron con la felicidad, el amor y también con nuevos atentados contra su identidad.

“¿Qué es ser judío? El ser judío significa, en primer lugar, asumir su destino, y en segundo lugar, elegirlo. Cualquiera que atraviese una prueba, cualquiera que asista a un desastre o a un milagro, es su deber transmitirlo. Hoy, entonces, ser judío es testimoniar. La idea de que cada uno de nosotros está habilitado para hablar en nombre de todos nunca ha sido más verdadero ahora. Salvo que ahora cada judío habla también en nombre de los judíos que ya no existen. ¿Demasiado difícil? Ser judío es buscar lo difícil y enseguida sobrepasarlo. En relación a esto debo decir que ningún testimonio me parece válido, a menos que el testigo se identifique con él.”                                                                                                   

                                                                                                                                    Eli Wiesel, artículo ¿Qué es ser judío?

 

60 tazas de café y té, 35 porciones de torta, 80 colectivos, más de 700 fotos, 15 libros, 10 películas, 29 llamados, 31 audios, para contar muchas historias. Las palabras de Eli Wisel forman el argumento central de este trabajo. Hablar por los que no están, identificarse, dar testimonio.

Él trabajo se crea a partir de la premisa fundamental sobre qué pasará cuando ya no haya testigos de lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo se contará?, ¿El mensaje llegará igual?, ¿Existe el olvido?, ¿Volverá a pasar?  

 

Las palabras de Eli Wisel las descubrí hace algunos años en la biblioteca de mis abuelos. Allí comprendí la gran responsabilidad que tengo como judía y sobre todas las cosas el poder que podemos llegar a confiscar si entendemos a que se refería Wisel. Descubrí en sus palabras un cierto grado de preocupación. No solo define lo que es ser judío, sino que también es un pedido. Un pedido de escuchar y dar testimonio.

 

Tomando literalmente su discurso me aboque a esa tarea. Hacer ver algo que ahora está, pero que por el ciclo humano ya no va a estar más. Escuche, sentí, indague en sus ojos, en sus miradas. Alegres, tristes. Vivieron la guerra, sufrieron por su condición de ser judíos y muy amablemente todos, me recibieron en sus hogares. “Puedo contarte mi historia, como se sucedieron los hechos. Pero nunca voy a lograr transmitirte lo que sentí”, estas fueron las primeras palabras que me dijo Francisco Wichter, único sobreviviente en Argentina de la Lista de Schindler, el primer día que lo conocí en Mayo del 2012. Eso me movió aún más a hacer este trabajo. Nunca podremos sentir su sufrimiento, estar en su piel. Se pueden tomar muchas tazas de café, leer muchos libros y ver muchas películas junto a ellos. Pero pese a nuestra insistencia como judíos ser su fiel reflejo no podremos.

 

Sin embargo no por eso me quede de brazos cruzados. Decidí abrigar esperanzas junto a ellos. Por eso la decisión de los retratos y la construcción de los dípticos. Por un lado el pasado, la identidad difusa, las marcas, los recuerdos, las pérdidas. Y por otro lado los ojos que transmiten, las marcas en sus caras, señales de que vivieron, sus miradas perdidas, sonrisas tristes y alegres por lo que supieron construir. Sus manos frías pero que abrazan.

 

Si tendría la posibilidad de hablar con Wisel debería agradecerle. Sus palabras inspiraron este trabajo. Ese deseo interno de dejar algo, de cumplir con la religión que me fue dada al nacer, pero sobre todo la que elegí tener.

 

Tuve la magnífica y dichosa oportunidad, de escuchar todas estas historias en distintos idiomas. No solo se transmite sus vivencias en la guerra y en la Shoá, sino que también esta página web es una apuesta a la vida. El mensaje para las generaciones venideras es una apuesta, sus frases son enseñanzas para todas las edades. Las propuestas educativas pensadas para cada historia, relacionadas con diferentes temas de la guerra nos enseñan que hay mucho por aprender y reflexionar. Pero sobre todas las cosas, el amor. Con los 30 sobrevivientes se repitió la misma situación. Al relatar su actualidad, cuando se casaron, los hijos y los nietos sus ojos brillan, se iluminan, sus bocas sonríen y su alma se reivindica. Los retratos también muestran esta parte: el valor de la vida. En este sentido Aron me confesó: “Los que hemos sobrevivido, dimos a nuestro pueblo lo que nos robaron. Una generación, dos y hasta tres generaciones.”

 

Todas las historias tienen diferentes formas de supervivencia. Escondidos, identidades falsas, como católicos, en campos de concentración, huyendo a países donde no estaban los Nazis.

De las distintas formas que sobrevivieron, a su modo, cada uno tuvo sus esperanzas. Las cuidaron, las abrigaron y las alimentaron.

 

Nusia sobrevivió como católica y abrigaba la esperanza de algún día revelar su verdadera identidad. Motek pasó la guerra desde que empezó hasta que terminó en los campos, su esperanza era salir y vivir libremente. Francisco abrigaba lo poco que tenía, nadie de su familia estaba con vida, solo él y su futuro. Aron se aferró únicamente a la esperanza de sobrevivir. El gran sostén de Moshé fue la identidad judía, si pasó lo que pasó por ser judío él supo mantener eso para sobrevivir. Gina abrigo la esperanza del amor. Salomón se sujetó a distanciarse de los conflictos y apostar por sus sueños. Moisés  se mantuvo en pie por las esperanzas de sus padres. Catalina y Tomas abrigaron la esperanza de la fuerza que viene desde adentro del cuerpo, esa que se saca cuando se cree que ya no hay nada por hacer.

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