ABRIGAR ESPERANZAS
Historias de Sobrevivientes Judíos del Holocausto que arribaron a Lationoamérica e Israel
Pequeño recuerdo
Mi madre, mis hermanos y yo caminamos en silencio. Mamá tiene cuarenta años, yo diecisiete, mis hermanas Hanka, Rosa, Zlota y Sara quince, trece, once y nueve respectivamente; el menor es Elias, tiene cinco años y no va a tener más. Observa muy serio, preocupado, ya entiende que todo es muy grave y no puede portarse como un niño.
En Belzitz nos reunimos en la casa de mi tío. Además de nosotros hay otras familias vecinas. Bajo el piso de tablas, mis primos han preparado junto con un vecino un escondite rudimentario y provisorio donde caben diez personas. Está en un sótano que sirve para guardar tubérculos para los largos inviernos, ellos lo ampliaron y lo camuflaron.
Veo que mi madre hace con otros consultas en voz baja. De pronto nos llaman, nombran a diez de nosotros y entre los diez estoy yo. Eligen a los más jóvenes de los que ya han crecido, a los que parecen más aptos.
Entre los diez hay dos primos míos, Rachmiel y Schoel, y está Hanka, la mayor de mis hermanas. Nos avisan que cuando los nazis vengan a buscar a todos, nosotros diez seremos los que vamos a ir al escondite. Nos hacen saber sin explicarlo, tal vez sin decírselo a ellos mismos, que hay un undécimo mandamiento y que fuimos elegidos para tratar de cumplirlo: "Sobrevivirás". Sí nos dicen que si alguno de nosotros sobrevive, no tiene que olvidarse de algo; debe contar al mundo lo que les está pasando a los judíos.